Lucha y masacre en Mexico, 1968: parte 3 ecos en los anos 90

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Obrero Revolucionario #977, aa de octubre, 1998

Este es el último de tres artículos sobre el 2 de octubre de 1968 en México. La primera parte describió el desarrollo del movimiento estudiantil y de otros sectores en vísperas de las olimpiadas en ciudad de México. La segunda parte describió lo que pasó el 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas de la unidad habitacional Tlatelolco, cuando los soldados y la policía abrieron fuego y cometieron una sangrienta masacre.

Este 2 de octubre más de 100.000 personas–estudiantes de la UNAM y el Poli, vecinos de Tlatelolco, gente que participó en la lucha del 68 y gente de todo México–se sumaron a la marcha en el D.F. para conmemorar a los mártires del 68. Gritaron con furia: “¡El 2 de octubre no se olvida!”, “¡Ni olvido ni perdón!”. Asimismo, hubo actos multitudinarios en ocho estados. En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, quemaron el retrato del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz y dijeron: “El México de hoy es exactamente el mismo de 1968”, porque “la represión continúa en todo el país”.

Aparte se efectuaron doce mesas redondas en el Poli, además de una exposición de imágenes del movimiento y un ciclo de cine que presentó películas como Rojo amanecer, una contundente denuncia de la masacre con María Rojo y Héctor Bonilla, prohibida en México durante muchos años. Asimismo se presentaron obras teatrales e interpretaciones musicales de la Orquesta Sinfónica del IPN. Además, seis libros sobre la Masacre de Tlatelolco saldrán este año.

El tema es muy candente; el movimiento del 68 sigue brindando inspiración y presentando retos; hay mucho debate acerca de las causas del movimiento, su significado y en cuanto a deslindar responsabilidades por la masacre.

La historia oficial
no ha cambiado

Los asesinos de Tlatelolco son totalmente intransigentes. Como dijo un intelectual mexicano: “La verdad oficial sobre el movimiento estudiantil de 1968 no ha cambiado en 30 años”; según dicha versión, los estudiantes provocaron la violencia, es decir, las autoridades civiles y militares no planearon el ataque ni cometieron ningún crimen. A pesar de tantas protestas y comisiones investigativas a lo largo de tres décadas, los archivos oficiales todavía siguen cerrados; la Secretaría de Defensa Nacional ni siquiera dará un inventario de los documentos en su poder “por razones de seguridad nacional”.

A principios de año, salió a la luz que existen 120.000 pies de película de la masacre filmados desde seis cámaras por órdenes del Secretario de Gobernación, Luis Echeverría. Las cámaras ocultas filmaron los horripilantes sucesos desde distintos ángulos de la Plaza de las Tres Culturas a partir de las dos de la tarde el día 2 de octubre.

En febrero, Echeverría, el principal responsable directo de la masacre, quien posteriormente subió a la presidencia del país, platicó con políticos y reporteros reunidos en su mansión, donde aseveró: “Yo sí estoy limpio y duermo tranquilo”. Luego lanzó una amenaza no muy sutil al movimiento popular de hoy: “Supongamos que existe la amenaza de una revolución. Si se disponen a atacar el Palacio Nacional, ¿qué se debe hacer? ¿Qué debe hacer el comandante supremo de las Fuerzas Armadas si hay otro Tlatelolco, que no es deseable, pero sí posible, dada tanta injusticia, pobreza y el acaparamiento del dinero en tan pocas manos, o si hay otro Chiapas?… Chiapas podría repetirse. No es deseable pero es posible. ¿Y qué hará el presidente con el ejército? ¿Mandarlo o retirarlo?”

Represión sangrienta
y palabras de paz

Echeverría se refería al levantamiento armado de campesinos indígenas en el estado de Chiapas bajo la dirección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en enero de 1994. Miles de campesinos se alzaron en armas, salieron de la sierra y la selva, y presentaron sus demandas contundentes de justicia, democracia, autonomía y tierra. La rebelión de Chiapas prendió una ola de lucha en el campo que sigue hasta hoy. Se han presenciado combativas luchas campesinas en los estados de Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Nuevo León, Baja California, Tabasco, Morelos y la región de las Huastecas; en los municipios apartados de Chiapas y otros estados, campesinos con armas rudimentarias como palos y piedras han enfrentado a las tropas del ejército. Por todo México, los campesinos humildes que antes vivían y morían en la oscuridad, cuya lucha cotidiana por la subsistencia y cuya muerte a manos del ejército y los caciques apenas se percibía, ahora salen de las sombras y con sus acciones heroicas luchan por un cambio.

En las ciudades hay protestas y paros constantes, además de manifestaciones multitudinarias de solidaridad con la lucha de los campesinos indígenas.

Y, ¿cuál ha sido la respuesta del gobierno? Como siempre, habla de paz y libra la guerra; aplica la doctrina de guerra de baja intensidad “Made in USA”. Las pláticas entre el gobierno y el EZLN llevaron a los acuerdos de San Andrés Larrainzar, que tenían una serie de promesas, como mayor autonomía indígena. El EZLN no ha depuesto las armas, pero su estrategia y metas son distintas a las de los maoístas: usa la fuerza militar y las zonas que controla para presionar por reformas, a diferencia del camino maoísta de establecer el poder revolucionario por medio de una guerra popular.

Por su parte, el gobierno ha violado los acuerdos de San Andrés Larrainzar sistemática y descaradamente. Ha militarizado vastas zonas del campo con patrullas y puntos de control en las carreteras; escuadrones de la muerte asesinan y cometen barbaridades; libra una guerra psicológica para desmoralizar y sembrar terror. En las ciudades, la represión aumenta; hay más policías, construyen más cárceles y desacreditan a los luchadores sociales.

La tercera parte del ejército federal de México, 70.000 efectivos, está en Chiapas trabajando de la mano con la policía y los paramilitares. A continuación, algunos de los crímenes que han cometido en los últimos meses:

  • Acteal, Chiapas: El 22 de diciembre, 1997, 70 miembros de uno de los grupos paramilitares que trabajan para el gobierno y los terratenientes entraron a la comunidad armados con fusiles militares AK-47 y AR-15, y asesinaron a 45 mujeres, hombres y niños que estaban rezando en la iglesia. La policía estatal se encontraba en las afueras de Acteal pero no intervino, aunque se oían los disparos.
  • Ocosingo, Chiapas: El 12 de enero, la policía estatal abrió fuego contra una multitud de 6000 personas que protestaban por la masacre de Acteal. Mataron a Guadalupe Méndez López, una tzeltal de 38 años; su hija de dos años, que llevaba cargada, y un joven resultaron heridos.
  • Taniperlas, Chiapas: El 11 de abril, 500 soldados, policías y agentes de inmigración allanaron una cooperativa campesina, el municipio autónomo de Flores Magón, arrestaron a unas 20 personas sin orden y deportaron a una docena de extranjeros, activistas de derechos humanos y gente solidaria. (Más de 30 comunidades han establecido gobiernos autónomos, es decir, independientes del estado mexicano.)
  • Nicolás Ruiz, Chiapas: El 3 de junio, unos 1000 elementos del ejército y de la policía rodearon la comunidad e iniciaron un cateo de 100 casas; tumbaron puertas y arrestaron a 164 personas sin órdenes ni acusaciones. El gobernador del estado dijo que el operativo se dio con el fin de “rescatar la constitucionalidad y hacer que la ley impere”.
  • El Charco, Guerrero: El 8 de junio, llegaron 26 vehículos artillados y dos helicópteros del ejército; según notas periodísticas, cercaron la escuela del pequeño poblado mixteco donde estaban durmiendo campesinos y guerrilleros del Ejército Revolucionario Popular (EPR) después de realizar una asamblea política. Les mandaron rendirse y luego abrieron fuego. Masacraron a 11 personas y ejecutaron a varios después de rendirse. Hubo cinco heridos y 21 detenidos.
  • El Bosque, Chiapas: El 10 de junio, 1200 efectivos del gobierno con tanquetas, bazukas, morteros y armas de alto calibre sitiaron el municipio. Durante ese operativo mataron a siete campesinos, hirieron a muchos más y arrestaron a docenas. Los militares saquearon y robaron casas, rompieron muebles, se llevaron las pocas pertenencias y dinero de la población, se comieron sus animales y comida. Cientos de campesinos se refugiaron en los cerros cercanos.

La consigna gubernamental “Dejemos que la paz hable” pintada en las paredes de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado de Chiapas, recuerda otra que apareció por todo el D.F. al iniciarse los Juegos Olímpicos diez días después de la Masacre de Tlatelolco: “Todo se puede con paz”.

Tal “paz” es la paz de la tumba; la “paz” tan amada por los grandes capitalistas y terratenientes mexicanos porque permite la bárbara explotación del pueblo; la “paz” que el imperialismo yanqui impone para garantizar la “seguridad” de la frontera sur.

Una y otra vez, los que están empapados de la sangre del pueblo hablan de “paz” y dicen que la violencia no es el camino.

Falsos amigos del pueblo

En esta situación candente, el PRD (uno de los principales partidos de oposición burguesa) se pone el manto del movimiento estudiantil del 68; se pinta como un gran amigo que trabaja para el beneficio del pueblo, pero en realidad es un amigo falso.

Para los dirigentes del PRD, la lección clave del 68 es que “se puede evitar la represión” siempre y cuando el pueblo confíe en el sistema y los políticos de oposición, y limite su lucha a metas y medios “aceptables”. Opinan que el gran fruto del 68 es que el dirigente perredista Cuauhtémoc Cárdenas pudo llegar a la alcaldía del D.F. este año–el primer regente de la capital que no es del PRI–y que ahora tienen posibilidades de ganar las elecciones presidenciales en el año 2000 y poner fin a 88 años de gobierno del PRI.

Cárdenas declaró el 2 de octubre un Día de Luto en la capital y la bandera nacional se izó a media asta. Sin embargo, se dejó claro que se conmemoraba a “todos los muertos, sin excepción en ese día en Tlatelolco”; mejor dicho, se conmemoraba a los militares al igual que a los demás. Cárdenas hasta exculpó a todo el ejército. Hablando en un foro en la Universidad Iberoamericana, dijo que es injusto echarle la culpa al ejército por la masacre.

Otro líder del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, era un importante dirigente del PRI en 1968, cuando alabó el informe del presidente Gustavo Díaz Ordaz sobre la masacre, un informe que le lavó las manos al gobierno. (Muñoz Ledo ocupó la presidencia del PRI en el gobierno de Luis Echeverría, el siguiente presidente de México.)

En mayo, estalló un escándalo cuando se dio a conocer que el subsecretario de Seguridad Pública de Cárdenas, el general Héctor Careaga, participó en el Batallón Olimpia, el cuerpo policial que jugó un papel central en la Masacre de Tlatelolco, y ascendió a mayor por “actos de valor en Tlatelolco”. Sin embargo, el gobierno capitalino no lo destituyó; al contrario, lo defendió. Dijo que en el caso de su designación se tomó en cuenta su experiencia militar y “en asuntos policiales”. Finalmente, se vio obligado a renunciar.

Hace varios meses, se informó que Cuauhtémoc Cárdenas invitó a un equipo del FBI al D.F. para entrenar a una unidad élite de 50 policías y 50 judiciales, además de dotarlos con lo último en computadoras, tecnología y armas. Asimismo, realizó reuniones con los departamentos de policía de Nueva York y Los Angeles, y propone adoptar elementos importantes del programa “contra la delincuencia” del alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. Así que Cárdenas quiere que tales departamentos de policía le enseñen métodos para “combatir la delincuencia”. ¡Vaya! El DPLA tiene fama en todo el mundo por la golpiza a Rodney King, y Amnistía Internacional condenó al DPNY, comparándolo con las horripilantes dictaduras del tercer mundo.

Aparte, Cárdenas propone una renovación del Zócalo en que se sembrarán muchos árboles. A raíz de la lucha estudiantil del 68, el Zócalo se convirtió en un centro de protesta que presencia centenares de manifestaciones al año. Al parecer, Cárdenas pretende sacar de ahí las grandes protestas.

La lucha del 68
y la situación actual

El movimiento estudiantil del 68 y la Masacre de Tlatelolco desenmascararon la verdadera naturaleza de la sociedad mexicana ante los ojos del mundo. Hicieron añicos la falsa imagen de prosperidad y crecimiento económico fomentado por el imperialismo. El esplendor de las olimpiadas era para un puñado; se logró a costa de la opresión de la vasta mayoría, los obreros y campesinos; y se defendió con la represión sangrienta.

Lejos de mostrar la invencibilidad del sistema, la Masacre de Tlatelolco y el movimiento del 68 mostraron la profunda debilidad del gobierno comprador, su falta de apoyo popular y que depende fundamentalmente de la violencia. Los estudiantes y las amplias masas que se alzaron en 68 asestaron golpes contundentes al sistema, de los cuales no se ha recuperado del todo. Liberando el coraje y las esperanzas, el levantamiento del 68 tumbó las barreras de lo que se consideraba “posible” en ese entonces, y sigue siendo una inspiración y presentando grandes retos a los luchadores de hoy.

Han pasado 30 años; un nuevo auge de lucha popular sacude a México, solo que ahora se centra en el campo. El levantamiento de 1994 en Chiapas puso de relieve los profundos sentimientos revolucionarios del pueblo mexicano; en la situación actual se destaca el potencial y la apremiante necesidad de una revolución de nueva democracia maoísta y una guerra popular para tumbar el sistema reaccionario imperante y eliminar el dominio del imperialismo yanqui.

Para los imperialistas, en muchos aspectos la situación actual de México es más difícil de manejar que la de 1968. Las luchas poderosas de los campesinos, la gente del fondo de la sociedad, han sacudido a otros sectores del pueblo. La economía mexicana está más entrelazada en una red de interdependencia con la economía estadounidense; una crisis económica en México fácilmente repercute en todo el imperio, como se vio con el desplome del peso en 1994.

Según la propaganda oficial, la economía mexicana se ha recuperado de la crisis de 1994. En realidad, la situación es muy insegura; podría producirse una crisis mucho más profunda. Los ingresos reales han disminuido en un 75% durante los últimos diez años; la cartera vencida (principalmente deudas de la clase media) es altísima. Hay muchísimo desempleo. El peso se desliza. La situación en el campo es espantosa; un informe de la ONU sobre nutrición clasificó a México en la misma categoría de muchos países africanos azotados por hambruna. La clase dominante tiene menos espacio de maniobra para aumentar sus ganancias o hacer concesiones para congraciar a las masas. Hay luchas intestinas y divisiones en el seno de la clase dominante.

La despiadada masacre de centenares de jóvenes mexicanos el 2 de octubre de 1968 y tantas infamias más claman por el derrocamiento del asesino sistema culpable. La osadía y los sueños de los rebeldes del 68 viven. ¡El 2 de octubre no se olvida!

La mano sangrienta de los yanquis

Desde hace mucho, los yanquis han considerado a México como su coto exclusivo para explotar al máximo. Han invertido 26 billones de dólares en fábricas como Ford, GE e IBM, donde se paga la sexta parte de lo que recibe un obrero estadounidense. La mayoría de los mexicanos ganan mucho menos. Mueren 158.000 niños al año por desnutrición y enfermedades curables; sin embargo, México produce el 69% de las legumbres y frutas que se consumen en Estados Unidos durante el invierno.

El levantamiento de 1994 en Chiapas les dio pavor a los imperialistas yanquis y al gobierno mexicano, y la venta de armas de Estados Unidos a México aumentó de 16 millones a 54 millones de dólares.

Actualmente, México es el país que manda más oficiales a entrenarse en Estados Unidos; el año pasado, mandó 330 oficiales a la infame Escuela de las Américas en el cuartel Benning de Georgia.

El apoyo militar yanqui tiene el pretexto de la “guerra contra la droga”, pero como se comentó en el New York Times en diciembre pasado: “Nada puede impedir que los agentes adiestrados por Estados Unidos sean trasladados a unidades especiales que combaten a las insurgencias izquierdistas en los estados sureños de Guerrero y Chiapas”.

En mayo, Frank Houde, un teniente coronel retirado de Estados Unidos, le dijo a La Jornada que vio dos helicópteros Huey de Estados Unidos en varias ocasiones durante el mes de abril en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, y otro en el estado de Oaxaca. Houde viajó a México con una delegación de Veteranos por la Paz; señaló que es una violación de acuerdos que especifican que dichos helicópteros solo se deben destinar a la lucha contra la droga.


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Published or Updated on: January 1, 1998
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